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¿Qué podemos hacer para cambiar Tucumán?

¿Qué podemos hacer para cambiar Tucumán?

En Tucumán tocamos fondo en las últimas semanas, aunque venimos cayéndonos a pedazos hace rato. Nos azota un combo frenético de crimen y violencia en ascenso. Nuestra respuesta como comunidad, sin embargo, no ha cambiado: apatía y ajenidad.

Pablo Riquel, papá de una de las niñas asesinadas recientemente en nuestra provincia, refirió con una claridad poco común al muro que parte de la ciudadanía construye para no ver la otra parte de la sociedad. Sin embargo, no se puede tapar el sol con las manos, ni construir muros en todo el espacio público. Los problemas endémicos de siempre, estarán igualmente en la ciudad afectando a todos, y por más muros que se edifiquen seguirán ahí: en la posibilidad de que te asalten o maten en cada esquina, en las cloacas erupcionadas que te impregnan olor nauseabundo, en las cenizas de caña quemada que se te meten por la nariz y en los ojos, en esa sensación de toxicidad, agobio y violencia que convierten a Tucumán en una verdadera ciudad hostil para el ciudadano.
El miedo que sentís cuando tus hijos salen solos a la calle… ¿qué harías por no sentirlo?

Los ladrillos con los que se levantan nuestros peores muros son, en realidad, la falta de empatía, o apatía ciudadana, la falta de desarrollo de nuestra responsabilidad social, el individualismo que poco a poco nos ha impregnado.
¿Cuántas horas dedicamos al mejoramiento de nuestra comunidad los tucumanos? ¿Cuánto tiempo y esfuerzo -sin recompensa económica de por medio- dedicamos a mejorar nuestro barrio, a nuestro club, o regalamos a alguna ONG? Claramente, no basta con pagar los impuestos para cumplir verdaderamente nuestro rol.

Sorprende saber que el 70% de los ciudadanos noruegos hacen voluntariado permanente. Por algo ellos son una nación más saludable y nosotros habitamos una de las ciudades con peores indicadores del mundo. Un tucumano que vive en Oslo explicó cuál era el secreto del éxito Noruego: “Todos tienen un profundo respeto por los demás”.

El respeto mutuo, el reconocimiento, la valoración de la otredad, y su importancia en el sistema colectivo, debería ser la base de toda la dinámica de vida de una ciudad, de un barrio, de una familia, de una pareja.
Esta premisa, en el estado de situación actual de nuestra provincia, puede parecer una ilusión romántica. “El problema es que acá no vive ningún Noruego”, nos dirán. “Los países nórdicos vienen llevando adelante ese proceso durante los últimos 60 años”, retrucarán, o “se nos está incendiando la provincia y vienen a hablar de respeto mutuo”.

Bogotá y Medellín, ciudades latinoamericanas hoy reconocidas a nivel mundial, también tocaron fondo en la década del ‘90. Demostraban niveles de altísima desigualdad (más del 40% de pobreza en 1994) y segregación social (como nos sucede), pero agravada por la presencia de un fuerte racismo en alza, los cárteles de droga más peligrosos del planeta, y por ende un nivel de violencia y criminalidad que las situaban entre las ciudades más peligrosas del mundo: En 1991, en Medellín se registraron 7.273 asesinatos, una tasa de 266 homicidios por cada 100.000 habitantes.
Hace 25 años, un grupo de colombianos tildados de “locos” empezaron a tratar de “ponerse de acuerdo”, empezaron a hablar de respeto mutuo, del perjuicio que el divorcio entre la moral, la ley y la cultura les estaba causando, de la importancia de lo colectivo para el bienestar individual y del impacto del arte para la transformación de la cabeza de todas las personas. Poco a poco “implantaron” culturalmente la idea, se formaron O.N.G. motorizadoras, y surgieron nuevos líderes comunitarios. Poco a poco lograron llevar a la práctica, con fondos públicos, un proyecto de una Ciudad Creativa y Comunitaria, donde a partir del urbanismo se plasmó el respeto y la participación ciudadana en los barrios más vulnerables.

Hoy Medellín y Bogotá siguen mejorando. Redujeron la tasa criminal a 19 homicidios cada 100.000 habitantes y la pobreza a menos del 20% considerando ambas ciudades. Aún tienen sus problemas, pero también tienen nuevas herramientas, nuevos líderes y muchos ciudadanos educados en la frecuencia del respeto mutuo. Destinan casi el 40% de su presupuesto al arte y la educación y cada día integran nuevos habitantes a una comunidad que tiene por horizonte una mejor calidad de vida. Antes nadie quería acercarse a esas ciudades, hoy son uno de los polos turísticos más importantes de Sudamérica.
En Medellín y Bogotá la tasa de participación ciudadana se encuentra en constante crecimiento y principalmente activa en los jóvenes. Decenas de Miles de Ciudadanos involucrados y participando. ¿Se imaginan juntar a los tucumanos para pensar y trabajar en forma coordinada para mejorar nuestros barrios, nuestras ciudades, nuestra provincia?
¿Qué hacer para cambiar Tucumán? Cada uno de nosotros puede hacer mucho, con poco. Los primeros “locos” ya empezamos, poniéndonos a estudiar cómo hicieron otros lugares para modificar su realidad colectiva. Estamos reflejando eso en nuestros actos diarios, por más pequeños que parezcan: saludar a vecinos por la calle, cruzar respetando la senda peatonal, respetar los semáforos, tirar los papeles en el cesto de basura, reciclar… Vos también podés empezar a hacer eso, es bastante simple y no requiere tiempo extra ni tiene costo.

¿Qué más se puede hacer para cambiar Tucumán? Nos podés ayudar. Ayudarnos a contagiar y motorizar nuestro proceso de transformación cultural. Hemos creado una O.N.G. que ayuda a explicar y simplificar estos conceptos. Una O.N.G. que quiere hacerte parte de ese proceso, que quiere volver a involucrarte con esperanza. Una O.N.G. que trabajará en la reconstrucción de la IDENTIDAD tucumana, y que nos permitirá recuperar el orgullo de ser tucumanos, recordándonos que este lugar es nuestro, es hermoso y debemos cuidarlo. Una O.N.G. que implantará en la mente de la mayor cantidad posible de tucumanos una IDEA. Una esponja para atraer y multiplicar la PARTICIPACIÓN CIUDADANA.

¿Qué podemos hacer todos juntos para cambiar Tucumán? Sembrar y regar esta idea. Desparramarla, esparcirla, y sacudirla por todos lados. Apoyarla, “militar” ciudadanía con el único interés de vivir mejor.
Somos optimistas: ni los Noruegos hace 60 años ni los Colombianos en los ‘90 tenían a su disposición la tecnología de comunicación, redes sociales y acceso a la información de la que hoy disponemos. Tucumán está lleno de personas buenas e inteligentes que quieren ser partes de una comunidad más sana. Tenemos que organizarnos y coordinarnos.

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